La degeneración macular asociada a la edad (DMAE) es una enfermedad que se manifiesta a partir de los 50 años. La mácula es una estructura del ojo localizada en el centro de la, responsable de la visión central. Es la que nos permite definir los detalles más finos como la lectura, reconocer caras o ver televisión; por lo que su deterioro supone una pérdida de visión notable. Esta enfermedad es considerada como la principal causa de pérdida de visión severa e irreversible en el mundo occidental. Los mayores estados de riesgo son en las edades comprendidas entre 65-74 años, con un 11% y entre los 75-85 años de edad con un 28%. Aunque todavía se desconoce su causa, existen una serie de factores asociados a su desarrollo como una historia de antecedente familiar, una dieta baja en nutrientes antioxidantes y el tabaco, este último identificado como el factor de riesgo más relacionado.
Atentos a los síntomas
Los estadíos tempranos de la DMAE empiezan con la aparición de manchas por debajo de la mácula. Éstas, conocidas como drusas, son lesiones pequeñas y redondeadas y usualmente no se acompañan de cambios visuales. No todos los pacientes que presenten drusas desarrollarán una DMAE avanzada. En estos estadíos iniciales, el paciente debe ser vigilado de forma estrecha por el oftalmólogo y se le debe instruir sobre la forma de autoevaluar su visión central monocular para detectar síntomas tempranos relacionados con la progresión de la enfermedad. Si notase una distorsión en el tamaño y forma de las imágenes, ondulaciones en el contorno de los objetos o dificultad en la lectura, debe acudir urgentemente a su oftalmólogo para una valoración diagnóstica apropiada.
En el estadio tardío de la DMAE ocurren ciertos cambios que conducen a una gran pérdida de visión. Es posible que se inicie sólo en un ojo y que el paciente no lo advierta debido a que el ojo sano compensa esta disminución de visión.
Existen dos formas del estadio avanzado de la DMAE. Cuando estas drusas de instauración temprana están presentes por mucho tiempo, pueden provocar el adelgazamiento de la mácula disminuyendo su funcionamiento. Esta forma se conoce como seca o atrófica. El resultado es la aparición de manchas en la visión central. Debido a la ausencia de un tratamiento que restaure las áreas atróficas, los cuidados médicos están orientados a limitar en lo posible la exposición a los factores de riesgo y al uso de gafas especiales para ayudar a que estas personas puedan continuar desarrollando su vida lo más normal posible.
Aproximadamente entre un 10-20% de los pacientes con DMAE desarrollan una forma mucho más agresiva, que es la húmeda, exudativa o neovascular. Esta forma húmeda es la responsable del 90% de la pérdida de visión severa que ocurre en los pacientes con DMAE y está causada por el crecimiento de vasos sanguíneos de nueva formación en la mácula. Estos vasos anómalos pueden acabar formando una fibrosis y destrucción de la mácula, ocasionando una gran pérdida de visión en un período de tiempo mucho más corto. Afortunadamente, esta forma neovascular, a diferencia del tipo no neovascular, es tratable.
¿Cual es su tratamiento?
Los grandes avances en el campo de la degeneración macular residen en la forma húmeda o exudativa. Hasta hace unos años sólo disponíamos de tratamientos láser con pobres resultados visuales. Más recientemente aparecieron las inyecciones intravítreas con factores antiangiogénicos. Su acción bloquea el crecimiento de las membranas neovasculares. La introducción medicación como ranibizumab y bevacizumab ha permitido conseguir mejores resultados visuales. Últimamente también disponemos de otro fármaco llamado aflibercept con resultados esperanzadores.
La media de inyecciones intravítreas al año es entre 5 y 6. Es un tratamiento ambulatorio que no precisa ingreso. Actualmente, el 70% de los pacientes tratados consiguen no perder visión al año y el 40% consiguen acabar con visiones por encima del 0,5, lo que implica la posibilidad de poder conducir.
Cualquier tratamiento que se elija como idóneo en la DMAE, debe incluir el aspecto educacional como parte terapéutica indispensable. Al paciente se le debe informar de que la DMAE en la mayoría de los casos no conduce a la ceguera y que en el peor de los casos, la visión periférica siempre se preserva. Este aspecto del tratamiento debe extenderse hasta su ámbito familiar, quienes deben de ser conscientes de las limitaciones visuales que conlleva este tipo de pacientes.
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Es indudable que el diagnóstico precoz se asocia a mejores resultados, lo que conlleva a un mejor pronóstico visual. Por esto, al paciente se le debe insistir en que ante la más mínima alteración de la visión central acuda a su oftalmólogo. ')}